martes, 16 de abril de 2024

La mujer de Tokio

 Por Ramón Besonias


Escribo en Chat GPT: "Imagen realista rectangular de personas huyendo asustadas al ver un tren llegar desde una pantalla de cine". Genera -no confundir con crear- la imagen que veis arriba. Soy yo quien escribo el prompt, lo escribo por una intención, si no me gusta lo desecho, y podría no haberlo hecho. Tomo Chat GPT como una herramienta, un vehículo; no sustituye mi creatividad más allá de lo que yo le permito. Antes de Chat GPT hubiera cogido quizá una imagen de internet, o la hubiera dibujado yo. Aún lo hago. No quiero dejar de dibujar a mano, con rotulador, en papel. No dejaremos de hacerlo, aunque tengamos la sensación de que la tecnología aumenta la tentación de recurrir a la IA antes que dedicar una hora a dibujar. Gano en eficacia y tiempo dejando que me la genere una IA; gano en un tiempo relajado y sereno, dedicado a mí, mientras tomo una cerveza o miro sin mirar por la ventana. Elijo hacer una cosa u otra, según la disposición, las ganas, el objetivo. Siempre hay elección. No hay un leviatán que nos obligue a decantarnos siempre por la misma opción. Asumir la libertad es esencial para no acabar percibiendo que la tecnología es un dios severo que consume la voluntad y nos condena a guardar pleitesía. Por eso, fomentar el conocimiento, la autonomía y la creatividad es el mejor antídoto contra ese determinismo tecnológico  que conduce tanto al asombro acrítico como al temor irracional.



Los primeros que contemplaron la llegada de un tren a la estación a través del novedoso y desconocido cinematógrafo de los hermanos Lumiere quizá se alarmaran en esa primera proyección, pero al salir de la sala de seguro rieron aliviados y comentarían entre risas la eficacia del engaño. Otros, recelosos y cautos rechazarían la profana inconsistencia del nuevo artilugio, más cerca de la naturaleza de un juguete que de una tecnología útil y prometedora. No pasarían muchos años hasta que ese nuevo artefacto fuera integrado en sus vidas como lo fue la iluminación eléctrica o el coche de gasolina. El cine se convertiría no solo en un divertimento y un arte, también sería una lucrativa industria, pero no sin un periodo de transición donde la fascinación y el recelo oscilarían en una vertiginosa dialéctica que alimentaría la prensa y el debate en bares y plazas. 

Hace nada que OpenAI anunció que había conseguido generar vídeos de un minuto a partir de prompts y hacerlo con una calidad y realismo prodigiosos. Llaman a esta tecnología Sora.




Las respuestas divididas entre el entusiasmo babeante y el rasgado de vestiduras no tardaron en inundar las redes y noticias en los medios de comunicación. Pocos analistas se sitúan en un término medio entre la la prudencia y la curiosidad, entre un sabio recelo y un tanteo objetivo. "El fin de la realidad", sentencia un reportaje de El Confidencial, muy en la línea de anteriores textos donde se recurre al lucrativo recurso al catastrofismo. El filósofo Diego Hidalgo, casi al mismo tiempo, en otro medio sentenciaba el fin del pensamiento crítico



Las teorías ultramodernas de la hiperrealidad, defensoras de teleologías escatológicas, o, en el otro extremo, de un futuro transhumanista salvífico, tienen más rédito popular que la serena y pausada reflexión, quizá porque ésta requiere tiempo, escucha y obviar los placebos del miedo que paralizan el entendimiento y la voluntad. Es más fácil temer que conocer. Conocer nos implica y nos sitúa no solo como testigos, sino parte responsable de los hechos. Temer y prohibir convierte a otros -corporaciones, gobiernos, entidades demiúrgicas- en responsables de mi incapacidad para tomar las riendas y decidir. Está pasando con el conflicto de los móviles en las escuelas y surgirá con la IA en años venideros. Esperaremos a que el fatalismo se adueñe de nuestra voluntad y solo quede como salida desesperada e irresponsable prohibir. Sin embargo, la prohibición taxativa, sin conocimiento ni criterios, desactiva el pensamiento crítico, delegando en otros mi libertad. Es más, provoca una falsa sensación de seguridad, como si al barrer el problema bajo la alfombra de la norma, éste desapareciera de nuestras vidas. 

Pero volvamos a la noticia de Sora. Como les sucedió en 1896 a los espectadores de la sala parisina, aquellos que vieron hace unos días a esa mujer pasear altiva y confiada por las calles de Tokio quizá tuvieron un reflejo temporal de fascinación complaciente y gozosa, pero en un breve tiempo volverían en sí, mascullando lo experimentado, sabiendo que se trata de un artificio técnico, efecto de una ingeniería de orfebrería, fruto de un prompt simple:

"Una mujer elegante camina por una calle de Tokio llena de luces de neón brillantes y carteles animados de la ciudad. Lleva una chaqueta de cuero negra, un vestido largo rojo, botas negras y un bolso negro. Lleva gafas de sol y lápiz labial rojo. Camina con confianza y despreocupación. La calle está húmeda y refleja, creando un efecto espejo de las luces de colores. Muchos peatones caminan por allí".

Computación, datos, mucho gasto de energía y dinero, innovación, competencia feroz, nichos nuevos que absorberán negocios tradicionales y obligarán a aprender nuevos oficios y consumir nuevos productos de entretenimiento y herramientas de trabajo. A diferencia de los espectadores del cinematógrafo, hoy los ciudadanos tenemos más experiencia y conocimientos como para saber que toda tecnología fundante que emerge trastoca, genera zozobra y requiere tiempo hasta que se integra en un nuevo ecosistema económico, laboral y cultural. Los artistas pictóricos vieron en la fotografía un grotesco imitador, sin futuro ni consistencia artística. Menos aún aquel invento del demonio llamado cinematógrafo pasaría de ser un juguete más para entretener a niños y animar las ferias. La literatura y la pintura son artes superiores, pensaron. Pero no muy tarde los ciudadanos empezaron a ir más al cine que dedicar tiempo a la lectura, ver vídeos de YouTube que ir al cine, mandar audios y vídeos a sus amigos que hacer llamadas o escribir guasaps



El adagio de Magritte -esto no es una pipa- sigue teniendo vigencia como desmitificador del simulacro tecnológico. Sabemos que esa mujer paseando por Tokio no es real, que la pera de esta ilustración simula ser una nariz, como sabemos que aquel tren de 1896 no lo era, no nos arrollaría más allá de nuestra imaginación. La ilusión se desactiva a través de la conciencia y el conocimiento. 

Los niños sí creen que el ratón habla. Creerlo aviva su imaginación, tan necesaria para su vida adulta, esa en la que ya no creerán que los gatos tienen botas y los lobos comen abuelas para merendar. No lo creerán porque les habremos educado en saber diferenciar la ficción de la realidad en la que las balas matan y las decisiones cuestan. Ese es el reto de la educación, la que se da en casa y la que viene de la escuela. Desmitificar sin por ello dejar de divertirnos con la ilusión de lo irreal. Para ello es necesario que los adolescentes conozcan las entretelas de la tecnología, los datos interesados que la alimentan, el artificio que se esconde tras su simulación de realidad. Desmitificar les prepara para protegerse contra las distopías de la tecnología, ésta y las que vendrán. El conocimiento empodera la voluntad, aviva la libertad, da gasolina a la disensión contra los excesos del poder. Los niños deben saber tarde o temprano que los reyes magos son los padres. 

Discrepo de aquellos que piensan que la posibilidad de generar vídeos realistas nuble la sabiduría natural de diferenciarlos de la vida experimentada. Ya antes de la irrupción de la IA existían los sesgos y la manipulación de la información. La posibilidad de una simulación absoluta de lo real quizá sea buena noticia, porque clausura la ilusión de que algo salvo la vivencia personal a pie y suelo puede ser real. La llamada hiperrealidad generará sin duda una necesidad de vivencias auténticas, de recelo ante la digitalización de lo real, un anhelo de realidad, de contacto físico, de emociones no mediadas por la tecnología, de sudoración y mirada, de encuentros in situ. Estos días de carnaval he sido testigo de esa necesidad. Alumnos acostumbrados a no apartar las narices de una pantalla esperaban como agua de mayo el vértigo gozoso de desfallecer bailando y cantando junto a miles de personas. Los clásicos griegos y romanos nos enseñaron algo primordial: pese a que el decorado cambie, la naturaleza humana no lo hace. Las mismas esperanzas y miedos laten en su interior.  

Tomado de IA educativa

lunes, 15 de abril de 2024

El cambio en el aula con la Inteligencia Artificial: La inclusión de nuevos actores

 Por Angel Fidalgo

El ordenador nace allá por los años 40 con el objetivo de sustituir el trabajo considerado como inteligente del ser humano. Los inicios son muy tímidos; es capaz de realizar un puñado de cálculos, eso sí, hace muchos y muy rápidamente.

Posteriormente, el ordenador evoluciona y es capaz de ejecutar todo lo que se pueda indicar en un algoritmo. Ya no se limita a calcular, sino que puede tomar decisiones basadas en caminos, preguntas y condiciones presentes en el algoritmo. Esta es la época dorada de la automatización, donde el ordenador actúa como un gestor de información, facilitando la realización de procesos que trabajan con información, tanto a grandes corporaciones como a individuos.

A pesar de sus capacidades, la gran limitación estaba en los algoritmos; cualquier tarea que no pudiera traducirse en un algoritmo no se podría implementar en un ordenador. Sin embargo, surge la inteligencia artificial, superando estas limitaciones al incorporar heurística, gestión de reglas, capacidad para generar nuevas reglas, aprendizaje a partir de la experiencia e incluso incorporar la propia experiencia humana.

Aunque la Inteligencia Artificial ya tiene décadas de existencia, es después de la pandemia, hace unos pocos años, cuando comienza a popularizarse en la educación. Nos sorprende cómo aplicaciones como ChatGPT pueden resolver exámenes, hacer resúmenes, análisis y conclusiones. También es capaz de generar ideas, descubrir relaciones e incluso desarrollar trabajos completos. Además, lo hace de manera más eficiente que muchos estudiantes.

Para los alumnos, la inteligencia artificial es como tener un amigo superinteligente que puede hacerles, o ayudarles a hacer, todas las tareas de aprendizaje, incluso de tal forma que el profesor no se daría cuenta. Sin embargo, desde la perspectiva del profesorado, la inteligencia artificial actúa como un profesor/a ayudante que puede ayudarnos a corregir tareas, proponer exámenes personalizados, realizar seguimientos individuales y avisarnos de cualquier situación que pudiese comprometer el aprendizaje del alumnado.

Todo esto no es ni bueno ni malo; únicamente es la evolución natural desde que se inventó el ordenador, y no nos quepa duda de que cada vez veremos que el ordenador es capaz de realizar tareas mucho más inteligentes. Actualmente, hay un gran debate sobre las oportunidades y desventajas de la Inteligencia Artificial en la educación, así como su posible regulación en el uso académico.

No obstante, lo que tenemos que hacer es adaptarnos a una nueva situación: nuestro alumnado puede disponer de la ayuda de un alumno “muy listo”, y el profesorado podemos disponer de la ayuda de decenas de profesores ayudantes. Todo esto nos tiene que hacer plantearnos cómo van a ser a partir de ahora nuestros procesos de fomento del aprendizaje. Se nos abren nuevas oportunidades; utilicemos la Inteligencia Artificial.

Tomado de Investigación e Innovación educativa

viernes, 12 de abril de 2024

¿Escribir bien o pensar bien? Un debate en tiempos de la IA

 Por Ramón Besonías


Hace un año, los estudiantes escribían en WhatsApp frases cortas con emoticonos en sus móviles. Hoy graban notas de voz o emiten directos de vídeo. La palabra escrita va desapareciendo en sus hábitos cotidianos. Se expresan oralmente y en formatos audiovisuales. Incluso cuando usan Chat GPT desde su móvil, optan por hablar con el asistente, no escribir el prompt. 

Hace unos días, pedí a mis alumnos que estimaran en tanto por ciento el uso del móvil desde que se levantan hasta que se duermen. La media de su percepción subjetiva de uso es del 60-70%. El tiempo que dedican a escribir tanto en papel, en un ordenador o en sus móviles es escasa. Igualmente, no muestran preocupación por una ortografía y caligrafía correctas. Lo perciben como una obligación educativa inútil. Sin embargo, reconocen el efecto negativo de la falta de lectura y del escaso uso de la palabra escrita en su vida cotidiana como factores que influyen en su escritura y comprensión, aunque no muestran preocupación, más allá del pragmatismo de obtener mejores calificaciones. 

Su percepción de Chat GPT es igualmente pragmática. Creen que sirve para ahorrar tiempo y esfuerzo, no tanto una herramienta creativa o competencial. Si les ahorra leer y comprender, copian y pegan. Reconocen que un alto porcentaje de docentes les piden ese tipo de tareas rutinarias que una IA puede hacerles con facilidad. No saben hacer esquemas ni apuntes propios. Suelen estudiar a pelo, leyendo y releyendo el libro o los apuntes que proporciona el docente, subrayando y memorizando pocos días antes del examen. Prefieren entregar tareas por ordenador que manuscritas para ahorrar tiempo a través de transcripciones mecánicas. El uso de la palabra escrita se reduce a las tareas de aula. El resto del tiempo no escriben y, salvo excepciones, confiesan no ser lectores por placer. 

Bajo este escenario, ¿qué mejora real puede suponer una medida punitiva como rebajar la nota de la EBAU por faltas ortográficas? La medida parece una salida desesperada ante una situación que excede nuestra voluntad. 

Confieso que en mis clases de Filosofía concedo un valor escaso a las faltas de ortografía. Las hago saber, aconsejo y sugiero, pero no penalizo. Me preocupa más la comprensión lectora, el análisis crítico de contenidos, la argumentación lógica, la expresión oral, el debate razonado. Creo que es este el campo de batalla de las nuevas generaciones. Para ello uso cualquier herramienta que sirva, sea un vídeo, un texto, un meme, un reel, un podcast, una película, su serie preferida, la última noticia que les suscita interés… o la IA generativa. Intento convertir toda herramienta en una oportunidad para pensar y crear ideas nuevas compartidas. Si escriben sin h o con v, no me importa, con tal de que aquello que dicen pase por su intelecto y genere un razonamiento bien hilvanado. 

La corrección lingüística es consecuencia del ejercicio cognitivo, no al revés. Disiento de aquellos que consideran que escribir mal influye negativamente en la profundidad y capacidad de razonar, aunque comprendo sus razones. Quien escribe estas líneas da fe de ello. Aprendí a escribir por mi motivación hacia la lectura y otros centros de interés, ajenos a la escuela; la ortografía y la gramática llegaron después. Existen numerosos ejemplos de adultos -también docentes- que no tienen faltas de ortografía y sin embargo muestran dificultades para construir un texto argumentativo que ofrezca un mínimo de profundidad y coherencia lógica. El hábito no hace al monje.

Intento ser optimista y tomar lo que tengo a mano en clase para hacer de ello una oportunidad de aprendizaje. Estoy convencido de que los formatos audiovisuales y la IA son aliados esenciales de ese aprendizaje; por eso intento reducir la influencia que sobre mis alumnos posee el uso indiscriminado y acrítico de imágenes, vídeo, noticias. Marido en mis clases diferentes formatos de lenguaje, que basculan del texto al vídeo y viceversa, de la imagen y el audio al texto, del texto a la oralidad, y al revés. En ese trasvase de formatos se activan y refuerzan capacidades cognitivas que propician un aprendizaje persistente, que el alumno utilizará en futuros aprendizajes y entornos diversos. 

Poner el acento en la ortografía denota no solo un erróneo enfoque a los problemas de comprensión y análisis que presentan nuestros alumnos, sino también un enroque contra la inevitabilidad de repensar nuestra enseñanza. Tengo esperanza en las nuevas generaciones de docentes, que de seguro tendrán menos prejuicios a la hora de flexibilizar los métodos de evaluación y de usar recursos extraídos de la forma natural de aprendizaje de los alumnos. ¿Tendrán más faltas ortográficas? Quizá. Pero no será un impedimento para imaginar, pensar, crear, si ellos mismos y sus alumnos ponen en marcha las neuronas. 

La IA acelerará la facilidad para crear resúmenes, esquemas, análisis, guiones... sin faltas ortográficas, pero esto no tiene por qué suponer un déficit en competencias lingüísticas si abordamos nuestra intervención en el aula desde modelos creativos que refuercen capacidades cognitivas, trascendiendo el mero dominio de la ortografía. Sí considero importante reforzar la lectura y el análisis de mensajes multimodales. Leer no es exclusivamente leer texto; la lectura supone capacidad y hábito de observar y analizar cualquier formato de lenguaje, ya sea un poema o un reel en las redes sociales

Creo honestamente que las instituciones educativas están errando el enfoque con el que acometer un cambio de paradigma que asusta y nos hace sentir vulnerables, adoptando una actitud regresiva, de defensa contra lo desconocido. Prohibir móviles y reforzar la ortografía a través de medidas punitivas hablan más de la impotencia de los adultos que de la posibilidad de mejorar la educación real de nuestros alumnos. No podemos enfrentar la realidad desde la defensa de presupuestos pedagógicos con los que los docentes aprendimos cuando éramos niños o adolescentes. Estamos obligados a maridar tradición con creatividad, vino viejo en odres nuevos. Humanismo tecnológico que no tenga miedo a hibridar diversos lenguajes, que active el ingenio y proactividad del alumnado, que reimagine el mundo. 

Tomado de IA educativa

jueves, 11 de abril de 2024

El aula invertida como estrategia didáctica

Por Lorenzo García Aretio

Hoy exponemos una síntesis de aspectos esenciales del octavo artículo de RIED más citado de 2021, de entre todos los publicados (34) en ese año, Vols. 24(1) y 24(2). Es decir, uno de los artículos de RIED que más impacto han generado. Al final aparece la referencia del trabajo y el enlace para poder consultarlo, junto a las fuentes bibliográficas del artículo. Las citas en este caso hasta el día de la fecha en Google Scholar, son un total de 74. Y, por otra parte, aquí se muestran todos los artículos resumidos en esta serie.

El mejoramiento del rendimiento académico y la motivación de los alumnos, así como la generación de competencias profesionales, son objetivos constantes en el ámbito educativo. Una estrategia que ha ganado popularidad recientemente es la integración de Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) para favorecer el rendimiento y la participación de los estudiantes. En este contexto, han surgido nuevos roles para alumnos y profesores, donde el estudiante asume una participación más activa y el profesor se convierte en un tutor orientador en lugar de un expositor tradicional.

Una de las propuestas destacadas es el modelo de “Aula Invertida” o “Clase Invertida”, también conocido como “Flipped Classroom“, el cual utiliza recursos multimedia para que los alumnos adquieran conocimientos previos antes de las clases presenciales. Esto permite un mayor tiempo en el aula para consultas, discusiones y actividades prácticas.

El origen de este concepto se atribuye a Jonathan Bergmann y Aaron Sams, quienes, como profesores de química en Colorado, Estados Unidos, buscaron asegurar que los alumnos que no podían asistir a clase no se rezagaran en el contenido. Su método inicial consistió en grabar lecciones y distribuirlas entre los estudiantes. Sin embargo, observaron que este enfoque beneficiaba a todos los alumnos, no solo a los ausentes. Así, empezaron a invertir su enseñanza, proporcionando lecciones previas a través de vídeos para luego dedicar el tiempo en clase a actividades prácticas y resolución de dudas.

Según estos autores, la Flipped Classroom implica trasladar la instrucción directa del aula hacia el aprendizaje individual, convirtiendo el espacio de aprendizaje en un entorno dinámico e interactivo donde el profesor guía a los estudiantes en la aplicación de conceptos.

Investigaciones recientes han explorado la percepción de los participantes y los estilos de aprendizaje en entornos de aula invertida, respectivamente, evidenciando una recepción positiva y una variedad de enfoques de aprendizaje.

En Argentina, particularmente en la enseñanza de Ingeniería, se está adoptando el enfoque por competencias. Este enfoque busca que los estudiantes adquieran habilidades para resolver problemas profesionales, aprovechando las TIC y promoviendo el trabajo autónomo y colaborativo, aspectos que el modelo de aula invertida enfatiza.

Experiencias con esta metodología demuestran ventajas como un aprendizaje más profundo, adquisición de competencias transversales y mayor motivación estudiantil mediante la implementación del aula invertida.

La revisión sistemática de la literatura realizada busca analizar otras experiencias y hallazgos relacionados con la formación de competencias a través del aula invertida, con una estructura que incluye la descripción de la metodología, resultados, discusión y conclusiones.

Es así, que el modelo de aula invertida emerge como una estrategia pedagógica prometedora para mejorar el rendimiento y la participación de los alumnos, así como para fomentar la adquisición de competencias profesionales, siendo objeto de interés y estudio en diversos contextos educativos a nivel internacional.

Los autores realizaron una búsqueda del estado del arte de la clase invertida en la educación superior. Para esto se realizó una revisión sistemática de la literatura científica, con el objetivo de conocer si la metodología de aula invertida se aplica en la educación superior, cuáles son las herramientas que se utilizan, y si las mismas corresponden a la Web 3.0. Por otro lado, se analizó si la aplicación de esta metodología genera competencias, tales como: aprender en forma continua y autónoma; desempeñarse de manera efectiva en equipos de trabajo; resolver problemas de ingeniería y utilizar de manera efectiva las técnicas y herramientas de aplicación en la ingeniería que se corresponden con las competencias que se buscan en el proyecto en cuestión.

El análisis exhaustivo realizado en este estudio abarcó la selección de seis bases de datos y cadenas de búsqueda adaptadas a cada una de ellas, seguido de la definición de criterios de inclusión y exclusión. Este proceso permitió la selección de 37 artículos, evidenciando un creciente interés y estudio en la temática del aula invertida. Sin embargo, se destaca la escasa aplicación de esta metodología en carreras de ingeniería, especialmente en Ingeniería en Sistemas de Información o áreas afines.

Las competencias más mencionadas en los artículos seleccionados incluyen la comunicaciónautorregulacióntrabajo en equipo y creatividad, todas ellas consideradas esenciales para el desarrollo integral del estudiante universitario. La motivación de los alumnos también surge como un factor relevante, aunque no sea explícitamente mencionada como competencia, ya que la implementación del aula invertida busca un cambio de paradigma en la participación de los actores educativos.

Entre las experiencias destacadas, se encuentra la combinación de aula invertida con aprendizaje basado en proyectos y colaborativo. Asimismo, la implementación del aula invertida en asignaturas teóricas como Ingeniería de Software, resultó en un aumento de la motivación y el rendimiento académico de los estudiantes.

La aplicación del aula invertida combinada con Scrum en la carrera de Ingeniería de Software, también mostró resultados positivos en la motivación y comprensión de los contenidos por parte de los alumnos.

El desarrollo de competencias como el aprendizaje autónomo y autorregulado fue observado en varios estudios, donde los estudiantes asumieron la responsabilidad de su propio proceso de aprendizaje. Además, el trabajo en equipos y colaborativo fue resaltado en diversas investigaciones, mostrando resultados positivos en la comprensión de los contenidos y la realización de proyectos.

La competencia de resolución de conflictos se menciona en menor medida, pero se destaca su posible desarrollo a través del aula invertida, donde los estudiantes se ven involucrados en la resolución de problemas prácticos.

La comunicación efectiva también se considera una competencia relevante que puede ser fortalecida mediante el uso de herramientas de la web 2.0 y la participación activa de los estudiantes en actividades colaborativas.

Si bien no se consideró explícitamente en el proyecto de investigación, la competencia digital fue mencionada en algunos estudios como una habilidad importante para los alumnos, especialmente en el uso autónomo de tecnologías digitales.

En cuanto a las recomendaciones para la implementación del aula invertida, se destaca la importancia de una planificación adecuada de las actividades, la contextualización de la metodología al entorno educativo, la definición de criterios de evaluación claros y la selección de herramientas apropiadas según las necesidades del contexto.

En resumen, los estudios analizados destacan los beneficios del aula invertida en el desarrollo de competencias clave para los estudiantes universitarios, aunque se resalta la necesidad de una mayor investigación y aplicación de esta metodología en carreras de ingeniería, especialmente en Ingeniería en Sistemas de Información.

 Tomado de García Aretio (2024, 1 abril). El aula invertida como estrategia didáctica. Contextos universitarios mediados. Recuperado 8 de abril de 2024, de https://doi.org/10.58079/w50w

miércoles, 10 de abril de 2024

.De la Revolución Industrial a la Era de la Inteligencia Artificial en la Educación: Un camino previsible.

 Por Ángel Fidalgo

La sociedad industrial se construyó a partir de un valor emergente: «la máquina». Al principio, esta sustituyó la fuerza bruta del ser humano y progresivamente también la rapidez en la realización de tareas mecánicas, la precisión y el acceso a lugares insalubres para el ser humano. Este valor emergente dio origen a la denominada sociedad industrial y gracias a las máquinas se cambiaron los paradigmas del trabajo, como la producción en cadena. Se crearon nuevos trabajos, otros se perdieron casi para siempre e incluso cambió el paradigma educativo, pasando de un modelo basado en «maestro-aprendiz» al modelo que conocemos hoy: una especie de producción en cadena, donde el alumnado pasa por un conjunto de procesos formativos hasta obtener una cualificación.

A principios del siglo XX, las máquinas habían conquistado casi todas las actividades del ser humano, pero faltaba una conquista: realizar el trabajo considerado como inteligente en esa época. Siguiendo esta tendencia, apareció una nueva máquina denominada ordenador o computadora, diseñada para sustituir al ser humano en trabajos relacionados con la información. Esta nueva máquina, junto con las comunicaciones, fue uno de los baluartes de la construcción de una nueva sociedad: la del conocimiento (aunque al principio se denominó de la información). A partir de entonces, las máquinas han ido sustituyendo los procesos que habitualmente realizaba el ser humano con la información.

Al principio, las computadoras solo realizaban cálculos simples, pero rápidos. Con el tiempo, fueron capaces de ejecutar cualquier tarea representable mediante un algoritmo. Sin embargo, muchas tareas consideradas como inteligentes no pueden ser reducidas a un algoritmo. Es aquí donde surgen los procesos inteligentes o la inteligencia artificial, que funcionan a partir del aprendizaje, la experiencia o la heurística.

Así pues, lo que hoy conocemos como inteligencia artificial no es más que una evolución que se origina en una máquina que nace en la sociedad industrial y que poco a poco va sustituyendo el trabajo intelectual del ser humano.

En la película «Figuras Ocultas«, hay una escena donde un grupo de mujeres con alta capacitación en matemáticas trabajan en la NASA realizando cálculos. En un momento determinado, la NASA adquiere un ordenador, que se presupone acabará con el trabajo de este grupo de mujeres. ¿Qué hacen? Sencillamente se adaptan y comienzan a utilizar el ordenador. Su trabajo se vuelve más productivo y pasan de ser “sustituibles” a “imprescindibles”.

Por tanto, si parte del profesorado tiene miedo de la llegada de la Inteligencia Artificial a la Educación, que no se preocupe, somos más inteligentes que la propia Inteligencia Artificial. Así que nos adaptaremos y la utilizaremos, ya sea para mejorar nuestro trabajo o para llegar a contextos de aprendizaje donde antes no podíamos llegar. Después de todo, el trabajo del profesorado se considera un «Supertrabajo», lo que significa que no podrán ser sustituidos por un ordenador.

Tomado de Investigación e Innovación educativa