sábado, 29 de abril de 2017

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CUED. Horizontes para los educadores

CUED. La elección y el uso de fuentes

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viernes, 28 de abril de 2017

Horizontes para los educadores

 Por Juan Luis Fuentes.
Universidad Complutense de Madrid
Equipo de redacción de Revista Española de Pedagogía
El 5 de abril se presentó, ante un numerosísimo público, que llenaba dos salas de la Fundación Rafael del Pino, el último libro del Director de la revista española de pedagogía, titulado Horizontes para los educadores. Las profesiones educativas y la promoción de la plenitud humana.
El acto se inició con unas palabras de la Decana de la Facultad de Educación, de la Universidad Complutense, que hizo una semblanza del curriculum universitario del Profesor Ibáñez-Martín, a quien dedicó un cálido recuerdo de cuando era alumna suya. Posteriormente intervino Jaime Mayor, Ex-Ministro del Gobierno de España, que manifestó el interés que tiene el libro y cómo concuerda con él cuando señala la importancia de cultivar el amor a la verdad, pues considera que hay radica la crisis de valores en la que nos encontramos.
A continuación, intervino el Profesor Ibáñez-Martín, que pronunció las siguientes palabras:
Suele decirse que entre las cosas importantes que un hombre debe hacer, se encuentra escribir un libro. Yo ya lo había hecho, pero nunca lo había presentado ante un público tan numeroso y tan selecto. Agradezco a todos Vds. su presencia, y de modo especial, a D. Jaime Mayor, que ha tenido el detalle de presentar el libro y dirigirme tan altos elogios, a la Decana de la Facultad de Educación de la UCM, que me ha dedicado tan cariñosas palabras, recordando hechos de hace tanto tiempo, a la Decana de la Facultad de Educación de la UNIR, que dirige tan eficazmente una de las Facultades más numerosas de España, a Gonzalo Jover, Vicedecano  de la Facultad de Educación de la UCM, y Director Adjunto de la Revista Española de Pedagogía, con quien tantas actividades he desarrollado, y a la Fundación Rafael del Pino, tan dignamente está aquí representada por Dª Ana Mª Calvo-Sotelo, Vda. de Del Pino, y que tan buena labor realiza.
Estos días pasados han salido algunos reportajes en la prensa diciendo que quienes influyen en las personas, de verdad, no son los que mueven a llevar pantalones rotos, sino los que proporcionan un horizonte vital, y, entre estos, no cabe la menor duda que se encuentran los profesores. Ahora bien, si recordamos nuestra experiencia, somos conscientes que bastantes de nuestros profesores pasaron por nuestra existencia como la luz por el cristal, sin dejar huella alguna. Eso nos puede llevar a pensar ¿Qué debo hacer yo para conseguir ser un buen profesor? Hay quien cree que eso es cuestión de práctica, errónea idea que combatía el catedrático de Didáctica Arsenio Pacios, afirmando que hay años de servicio que merecen años de cárcel. Más bien podríamos comenzar acudiendo a unas palabras del Premio Nobel John Steinbeck, quien publicó un inspirador relato en el que cuenta la tristeza de su hijo pequeño, a quien no le gustaba ir a la escuela, viéndose obligado a decirle que habría de acudir quince años a clase. Pero, también le dijo que sería muy afortunado si encontraba un maestro. Naturalmente, el chico le preguntó si él había tenido alguno, a lo que respondió diciendo que había tenido tres: “los tres tuvieron estas cosas en común. Amaban lo que hacían. No decían, transpiraban un cándido deseo de saber (…) Pero lo más importante de todo, la verdad, ese material peligroso, se convertía en algo bello, y precioso” (p. 105).
Este es un buen punto de partida para señalar las grandes líneas del libro que presento, pues, más que detallar lo que se dice en cada uno de sus 17 capítulos, considero que mi función esta tarde consiste en mostrar sus objetivos centrales. Y en este sentido, yo diría que hay dos ideas que vertebran esta obra, que son la importancia de la verdad y la necesidad del compromiso existencial.
En relación con la primera, es preciso recordar que el género humano ha recibido la facultad de poder penetrar en el conocimiento de la naturaleza íntima de los seres, de poder alcanzar la verdad, gracias a una reflexión profunda en el estudio de la naturaleza, por donde Dios pasó con presura, dejando en ella su hermosura. Esa profunda reflexión está orientada a alcanzar el fulgor de la evidencia, cuando la verdad se de-muestra, gracias a la panoplia de recursos que la inteligencia humana posee. Entre estos recursos, tiene señalada importancia la demostración lógica que, en palabras de Millán-Puelles, “hace ostensible el nexo entre la conclusión y los principios” (p. 69), pero no podemos dudar de la importancia que también tienen otros recursos que la inteligencia posee, lo que nos permite hablar de una razón ampliada que es capaz de seguir caminos y métodos de investigación muy diversos, por los que podemos alcanzar evidencias sobre problemas humanos de especial importancia. 
Efectivamente, cabe recordar unas palabras famosas de Pascal (p. 41), en las que decía: “mi corazón tiende por completo a conocer el verdadero bien, para seguirlo” y “el corazón tiene razones que la razón no conoce”. La historia, la tradición, la observación, la confianza, así como también la poesía y la literatura, nos pueden proporcionar evidencias relevantes. Como es sabido, en una famosa Tarde de discusión con Ratzinger sobre las bases morales prepolíticas del Estado liberal, celebrada en Munich, en el 2004, Habermas señaló también la capacidad que tiene el lenguaje religioso para individuar llamadas morales, precisando que, para que tengan operatividad en la discusión pública, deben encontrar una formulación que las haga inteligibles a quienes no profesan esa religión (p. 41). Por ello, a lo largo de este libro no tengo inconveniente en apoyar mis argumentaciones también en la poesía o en personajes de Dostoievski (p. 19), o en películas, noticias de actualidad o consideraciones basadas en la religión católica, procurando, como dice Habermas, formularlas de modo inteligible para quienes no tengan nuestra fe.
La segunda idea vertebradora es que el conocimiento de la verdad sería estéril si no consiguiéramos comprometer nuestra vida en el seguimiento de tal verdad, pues sólo de esta manera encontraremos realmente un sentido a nuestros esfuerzos y trabajos, así como una alegría en la existencia. La tentación de convertir el drama del hombre en un caleidoscopio sin unidad ni sentido es muy grande, en una cultura de la seducción, dominada por imágenes cambiantes y modas efímeras, en las que, muy equivocadamente, muchos depositan sus ilusiones, cuando la esperanza de una verdadera felicidad radica en la construcción de un yo, que se desarrolla en el tiempo sobre unas firmes convicciones y compromisos, que se atienden creativamente a lo largo de los años. Decía Bernini en su testamento, al explicar la razón de una escultura que dejaba a sus hijos, que “la verdad es la más bella virtud del mundo y que es preciso trabajar con ella porque termina siempre por ser descubierta por el Tiempo”: es una obra de misericordia ayudar a descubrirla antes de que se acabe nuestro tiempo.
Obviamente, la tarea de ayudar a descubrir la verdad y de animar a comprometerse con ella, corresponde a muchas personas, pero de forma clara a quienes se dedican a la educación, tanto en su reflexión científico-pedagógica, como en una acción educativa formal o informal, o en el ejercicio de alguna de las profesiones educativas, como profesores, trabajadores sociales, orientadores escolares, psicólogos, etc. Sería un error que estas personas se encerraran en los estrechos límites de unos planteamientos tecnocráticos o empiricistas, que buscan sólo la eficacia en la solución más inmediata de ciertos problemas, en la transmisión de unos conocimientos, competencias o capacidades, frecuentemente dirigidos a conseguir buenos resultados en las estadísticas internacionales o a responder a las exigencias actuales del mercado de trabajo, pero incapaces de dar luz a las nuevas generaciones sobre aquello que hace a la vida digna de ser vivida, sobre aquello que da sentido al esfuerzo por superarse y por buscar la propia plenitud.

Hoy el porcentaje de los llamados jóvenes ni-ni (ni estudian ni trabajan) es muy alto, y pienso que muchos de ellos se encuentran en esa situación no tanto por el actual escenario económico cuanto por el escenario cultural, que priva de motivaciones fuertes. Leemos en Ortega y Gasset la siguiente observación, que tiene especial actualidad: “El hombre no puede vivir plenamente si no hay algo capaz de llenar su espíritu hasta el punto de desear morir por ello… Sólo nos empuja irresistiblemente hacia la vida lo que por entero inunda nuestra cuenca interior. Por esa razón yo no he podido sentir nunca hacia los mártires admiración, sino envidia. Es más fácil lleno de fe morir, que exento de ella arrastrarse por la vida. La muerte regocijada es el síntoma de toda cultura vivaz y completa, donde las ideas tienen eficacia para arrebatar los corazones. Mas hoy, concluye Ortega, estamos rodeados de ideales exangües y como lejanos, faltos de adherencia sobre nuestra individualidad” (pp.  63-64).
Los sedicentes educadores que cierran el horizonte en los límites señalados, traicionan lo que los jóvenes esperan de ellos y corren el riesgo de terminar sintiéndose frustrados en lo más hondo de su vida profesional. Se equivocan quienes pretenden empequeñecer los horizontes de la acción educativa, pues, como afirmaba George Gusdorf, en un libro que leí hace muchos años y que marcó no pocos de mis caminos profesionales “Todo maestro, sea cual sea su especialidad, es antes que nada un maestro de humanidad: por pobre que sea su conciencia profesional, no deja de ser, quiéralo o no, el testigo y garantía, para aquellos que le escuchan, de la mejor exigencia. De este modo, el profesor de matemáticas enseña matemáticas, pero también, aunque no la enseña, enseña la verdad humana; el profesor de historia o latín enseña historia o latín, pero también, aunque piense que la administración no le paga para eso, enseña la verdad. Nadie se ocupa de la formación espiritual, pero todo el mundo lo hace, e incluso ese mismo que no se ocupa” (p. 49).
Estas ideas son ampliamente desarrolladas en mi libro. Primeramente, dedico la Introducción a señalar que el profesor debe ayudar al estudiante a examinar su propia vida para actuar con la dignidad propia de los seres humanos, esforzándose por alcanzar la más alta forma de existencia posible. Quizá es oportuno, para evitar caer en un reduccionismo distinto, señalar que, más adelante, subrayo que el “trabajo docente es como un cordel de cuatro hilos, en el que el hilo rojo –la dimensión moral− tiene considerable importancia, pero no deja de tenerla el hilo verde –la eficacia de sus iniciativas pedagógicas−, el hilo azul –la oportunidad de sus intervenciones− y el hilo amarillo, la profundidad y la brillantez de sus lecciones.” (p. 165) Como es sabido, el Eclesiastés afirma que “el cordel de tres hilos no se rompe fácilmente”. Pues bien, yo considero que un educador ha de conseguir los cuatro hilos, ya que al empeño en ser maestro de humanidad es preciso unir la preparación profesional, que suma al conocimiento profundo de lo que debe enseñar, las mejores metodologías y la capacidad de saber cómo aplicarlas en las diversas circunstancias, así como el hilo amarillo, que expresa la energía y la brillantez de sus intervenciones, conscientes de que la auténtica brillantez nada tiene que ver con un vacío globo de colores sino con el esplendor de la verdad, que se muestra argumentando con la razón ampliada, de la que ya hemos hablado.
Maestro de humanidad. Es muy significativa la cita de Maritain, uno de los redactores más relevantes de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que, en medio de la Segunda Guerra Mundial, afirmaba: “Esta guerra no ha sido aceptada para la dominación del hombre sobre el hombre, ni aun sobre la materia. Ha sido aceptada y sostenida por la libertad y la justicia, por la igualdad de derechos, para conducir el esfuerzo de la historia humana hacia una comunidad de pueblos libres; y aun se nos repite constantemente que su objetivo es la civilización cristiana. Todas estas cosas que se invocan son principalmente valores espirituales. ¿Por qué combatimos, si la única cosa que la razón humana puede hacer es medir y utilizar la materia? Si no somos capaces de determinar en qué consisten la libertad, la justicia, el espíritu, la personalidad humana y la humana dignidad, y decir por qué estas cosas son dignas de que muramos por ellas, en tal caso no nos batimos y no morimos sino por vanas palabras. Si nosotros y la juventud que será educada por las futuras democracias creemos que todo lo que no es calculable o materialmente ejecutable es sólo un mito, y si solamente creemos en un mundo tecnocrático, en tal caso bien podremos vencer militar y técnicamente a la Alemania nazi, pero moralmente habremos sido derrotados por ella” (p. 20).
Es evidente que, si el educador no trabaja desde una clara fundamentación antropológica, su actividad pasa a ser simple imposición violenta de sus prejuicios, mientras que, si sabe dar razones de su actuación, estará en condiciones de que sus iniciativas, usando el título de la Segunda Parte del libro, sean un fanal que dé luz a los que le rodean, a quienes no pretende manipular ni adoctrinar ciegamente, pues amando la verdad, igualmente ama al otro como a él mismo.
Naturalmente, dimensión muy relevante de la condición humana es la cuestión ética, que aparece en varios lugares del libro, pero que es especialmente  estudiada en el capítulo 2, dedicado al giro ético en la actividad educativa, en el que muestro que, a partir de 1980, se ha ido dejando de lado una perspectiva meramente sistémica y tecnológica de la pedagogía, pasando a subrayar la importancia de la dimensión ética en la educación, para lo que ofrezco una profunda reflexión acerca de los fundamentos básicos del saber pedagógico. Además –aparte de otras ideas sobre la nueva deontología docente que exige la sociedad de la información y de la comunicación, que se exponen en el capítulo 9−, ello se complementa en otro capítulo, en el que hago un largo análisis de las formas de enseñanza escolar de la religión en una sociedad libre, donde comienzo planteando las relaciones generales de la libertad religiosa con la educación y la escuela, para detallar luego la cuestión de la enseñanza de la religión católica en la España constitucional, proponiendo las condiciones de posibilidad  para que tal enseñanza sea eficaz.
Muchas veces ocurre que los libros de tema educativo suelen centrarse en el período de la educación básica constitucional, también movidos por los problemas que la adolescencia, en ocasiones, plantea. Pero mi visión es más amplia, pues entiendo que la universidad debe tener una especial preocupación educativa y un especial cuidado en la formación de todos los profesores. Por ello, dedico la Tercera parte del libro a hablar de “Las metas de una universidad educadora”, que desarrollo en cuatro capítulos. Uno de ellos, lo dedico al profesor de Universidad, para animar a quien se decide por esta actividad a no ser un aficionado, sino un auténtico experto, señalando las etapas que debe cubrir para alcanzar la debida competencia docente y la competencia investigadora. No voy a exponer estos capítulos, pero no debo dejar a un lado que, siguiendo un movimiento actual, que incluso es recogido en el último informe (2015) sobre la educación, de la UNESCO, subrayo que es preciso considerar que la universidad no es un simple nivel terciario del sistema educativo, ni está meramente al servicio de la empleabilidad, sin poder nunca confundirse con una “escuela de estudios profesionales”. En diversos momentos de esta Tercera parte se van mostrando características propias del quehacer y del estilo universitario, siendo quizá lo más relevante mi afirmación de que la universidad debe siempre moverse en “la búsqueda de un ambiente de libertad y el deseo de verdad universal” (p. 197), sin perjuicio de manifestar que esa búsqueda de la verdad y su compromiso con ella, por mucho que ahora lo que esté de moda es hablar de la post-verdad, (palabra declarada por el Oxford Dictionary como  la más representativa del 2016), es lo que hace que una libertad madura no sea nunca una simple libertad de indeterminación, sino que esté orientada por unos sólidos referentes.
El libro termina con una Cuarta parte, que titulo los Compañeros del educador, en la que presento una semblanza de mi admirado maestro Antonio Millán-Puelles, de mi colega y amigo el Catedrático de Stanford Elliot W. Eisner y de mi primer discípulo y entrañable amigo, el Catedrático de la Universidad de Málaga, José Manuel Esteve, que ya nos dejaron. Hablo de ellos porque me parece importante subrayar que la tarea de los educadores no es un trabajo solitario. Es una actividad que exige una preparación y un aprendizaje, para el que se debe acudir a personalidades valiosas. Es un empeño que pide un intercambio de ideas y de amistad con personas diversas, promoviendo esa conversación, de la que hablaba Platón, en la que con frecuencia hay pareceres distintos. Es una gran ilusión de hacer partícipes de los propios conocimientos e ideales a los jóvenes, así como, si es el caso, de ayudarles a alcanzar un puesto en la vida universitaria, siempre teniendo en cuenta que no podemos cerrar nuestra puerta, como contaba Lewis de algún profesor de Oxford, al discípulo que comienza a desafiar nuestras posiciones (p. 247).
En fin, cabe concluir que el libro está inspirado por el deseo de volver a unir la sabiduría con la educación, juntas en los orígenes de Europa. Pero no se limita a hablar de pedagogía, pues aborda también otros muchos temas culturales, sociales y jurídicos, como la defensa de las libertades ciudadanas contra los políticos fáusticos que desean imponer su arbitraria concepción del hombre, la promoción de la paz por parte de la Universidad, el reto de la globalización o la importancia del pensamiento crítico en una sociedad democrática. Sintetizando mis propósitos con esta obra, pienso que abre a los educadores unos horizontes ambiciosos y esperanzadores, pero no utópicos, pues se hacen asequibles iluminando sus principales actividades, moviendo a la reflexión sobre sus objetivos más profundos, dentro de un escenario globalizado en el que se descubren llamados a promover el cultivo de la dignidad humana, en el respeto a la libertad intelectual y moral de las personas, a las que desean ayudar en su crecimiento y desarrollo.
Cervantes inicia el Prólogo de El Quijote diciendo que “quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse”. Yo estoy como Cervantes. Pero tengo más razones que él para pensar que un padre pone una venda en sus ojos para no ver las faltas de sus hijos, por lo que escucharé con toda atención y respeto las observaciones y críticas que en cualquier momento deseen hacerme.
José Antonio Ibáñez-Martín
Referencias bibliográficas:
Ibáñez-Martín, J.A. (2017). Horizontes para los educadoresMadrid: Dykinson.
Cómo citar esta entrada:
Fuentes, J.L. (2017). Horizontes para los educadores. Aula Magna 2.0. [Blog]. Recuperado de: http://cuedespyd.hypotheses.org/2697
Tomado de Aula Magna 2.0 con permiso de sus editores. 

jueves, 27 de abril de 2017

La elección y el uso de fuentes

Universo Abierto, Blog de la biblioteca de Traducción y Documentación de la Universidad de Salamanca, publica en una reciente entrada la referencia bibliográfica de un libro en abierto sumamente interesante.
Lowry, C. (2016).  La elección y el uso de fuentes: Una guía para la investigación académica [e-Book]. Ohio: The Ohio State University.
Como en esta entrada se resalta, el saber localizar e utilizar las fuentes documentales es una competencia absolutamente necesaria para toda actividad académica.
Como es lógico, no se trata únicamente de conocer las fuentes documentales, sino de, además, saber seleccionarla, analizarla y utilizarla en cada una de las áreas de conocimiento, como bien indican “(…) desde la formulación de su pregunta de investigación a la selección de buena información y su uso eficaz en sus tareas de investigación”. Sin olvidar todo lo relativo a la prevención del plagio, tema sobre el que todavía muchos estudiantes, profesores, e incluso investigadores, no conocen en profundidad.
Recogemos la descripción del libro presentada en este blog, ya que es sumamente precisa:
Cada capítulo incluye auto-cuestionarios y actividades para reforzar conceptos básicos y ayudarlo a aplicar. También dispone de apéndices para referencias rápidas sobre herramientas de búsqueda, principios básicos de derechos de autor y uso justo.
El libro ofrece una introducción exhaustiva a las fuentes relacionadas con la escritura e investigación académica. Con la excepción del primer capítulo relativo a las estrategias de búsqueda de información, el resto del libro se centra en las fuentes, que son relevantes para cualquier tipo de escritura académica, no sólo de documentos de investigación. El libro es adecuado para todas las disciplinas y para una amplia audiencia. Está escrito claramente y dirigido a los estudiantes de pregrado. El índice detallado facilita la localización de información específica e incluye hipervínculos para una navegación fácil.”
Contenido de esta Guía (traducción propia)
Introducción
  1. Preguntas de investigación
  2. Tipo de recursos
  3. Recursos y necesidades de información
  4. Búsqueda con precisión
  5. Herramientas de Búsqueda
  6. Recursos para la evaluación
  7. Uso ético de los recursos para
  8. Cómo citar los recursos
  9. Proponiendo argumentos
  10. Claves para la escritura académica
  11. Ideas claves sobre el Copyright
  12. Uso adecuado
  13. Roles en la búsqueda de recursos
Tomado de Aula Magna 2.0 con permiso de su editores

miércoles, 26 de abril de 2017

Un diseño curricular que no se distribuye en papel.

Escribe Carlos Bravo Reyes

El pasado año publiqué algunos trabajos sobre el nuevo rediseño curricular de la carrera de Ciencias de la Educación de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno. Nuestra Carrera tenía un diseño con 14 años sin cambios importantes. Por esta razón un equipo de expertos nos dimos a la tarea durante algo más de dos años de modernizar el currículo.

El actual rediseño se ajusta a los requerimientos de una profesión que tiene cada vez una mayor demanda en una sociedad heterogénea en permanente desarrollo. En el documento oficial del rediseño se establece que el papel principal del licenciado en Educación es su vocación de servicio comprometido con el desarrollo humano, poseedor de una sólida preparación científica y técnica que le permite investigar, comprender, analizar y evaluar el fenómeno educativo de forma integral, es decir, considerando los múltiples y complejos componentes que caracterizan los diferentes contextos educativos, institucionales, familiares y comunitarios.

El documento también señala que el Licenciado realiza actividades de investigación educativa, diseño, desarrollo y evaluación de planes y programas de acciones formativas y educativas contextualizadas; aplica estrategias curriculares de detección de necesidades educativas; implementa acciones de desarrollo social de propuestas educativas pertinentes e innovadoras y evalúa resultados de desarrollo curricular en el campo de la educación formal y no formal.

En el diseño llama la atención que no se presenta al licenciado en el rol de profesor, como se asume en otras naciones. La función de este profesional es mucho más amplia que la docencia, por lo que se asume en su preparación la formación en varias áreas educativas. 

Es así que la Carrera establece dos salidas intermedias: Estimulación temprana y Gestión de Proyectos Socio-Educativos, a las que el estudiante puede acceder al culminar su quinto semestre.

Lo más novedoso del nuevo diseño es la creación de tres menciones, una de las cuales el estudiante debe seleccionar al ingresar al séptimo semestre. Estas menciones son: Psicopedagogía, Educación Social y Tecnología Educativa. Como la puesta en ejecución del diseño entró este año al cuarto semestre, es muy temprano para realizar una valoración de los resultados. Pero el primer logro del nuevo diseño se puso de manifiesto en que su distribución entre profesores y estudiantes no se realiza en formato impreso, sino a través de un novedoso medio.

Portable y sin papel

Con las estudiantes de la carrera de Educación Bolivia Salinas y Guisely Endara decidimos llevar el diseño curricular a una aplicación móvil. Varias son las razones que nos motivaron para crear este tipo de aplicación. Detectamos que gran cantidad de los estudiantes beneficiados con el nuevo diseño no lo conocían en su totalidad. Esta problemática se extiende a los profesores, que si bien conocen el programa de su asignatura en la nueva malla, no tienen información completa de las restantes materias.

Otro de los problemas detectados es que los estudiantes de otros semestres que quieren adscribirse al nuevo diseño deben solicitar una copia impresa de las tablas de convalidaciones entre las materias del actual diseño y las del anterior. Como es una aplicación digital, se ahorra gran cantidad de papel, tinta y otros insumos que la Universidad no posee y que no son necesarios gastar.

Otro elemento que tratamos de resolver con la aplicación fue la de mejorar la información a los bachilleres interesados en matricular la Carrera así como a sus padres y profesores.
Captura de una de las pantallas
de la aplicación

La mayoría, por no señalar que todos nuestros estudiantes y profesores cuentan con un celular con conexión a Internet. A pesar de la presencia de este dispositivo en las aulas universitarias su empleo aún sigue limitado a las acciones de buscar y leer información. Una parte de los profesores lo consideran como un medio distractor y abundan los que exigen que sus estudiantes guarden los celulares, durante su clase.

Todas estas razones contribuyeron a realizar la App “Ciencias de la Educación”, que se puede descargar gratuitamente desde este enlace. 

En la aplicación, primera de su tipo en nuestra Universidad se puede acceder con facilidad a una breve historia de la Carrera Ciencias de la Educación, así como su misión, visión y objetivo. Los interesados pueden consultar la estructura del perfil del profesional, tanto en las dos salidas intermedias como en las tres menciones antes señaladas.

Desde la aplicación los estudiantes pueden revisar el programa de cada una de las asignaturas, las tablas de convalidación entre el actual y anterior diseño y todo el documento en sus más de 300 páginas. Se cuenta también con varios enlaces externos desde los cuales se puede descargar el documento completo o partes del mismo.

Un merecido premio.

En la entrega del premio, con las dos estudiantes
Cada año nuestra Universidad convoca a la Expo Ciencia, donde profesores y estudiantes exponen sus trabajos de investigación e innovación. La Expo tiene además una sección de concurso, donde a nivel de cada facultad se premian los mejores trabajos presentados.

Tuvimos el honor de obtener el primer premio en la Facultad de Humanidades y es un excelente reconocimiento a las dos estudiantes de ciencias de la educación. 

Ellas nunca antes habían realizado una aplicación para dispositivos móviles, pero investigaron y hallaron una plataforma donde se desarrollan estas aplicaciones. Esta plataforma que es gratuita se denomina Android Creator y en ella se pueden realizar desde tutoriales hasta aplicaciones para ventas de productos, entre otras posibilidades.

Durante algo de más de dos meses, el equipo trabajó recopilando la información, separando cada parte en función de la estructura, organizando los vínculos entre todas las páginas y diseñando la aplicación. El trabajo como señalamos es único en su tipo y puede servir de ejemplo para que otras instituciones vuelquen sus diseños a aplicaciones para celulares. Esperamos que descarguen la aplicación y comenten sus opiniones en este espacio o en el chat que está abierto en la aplicación. 

Tomado de 366-días con permiso de su autor


martes, 25 de abril de 2017

Prepararnos a prueba de futuro

Escribe Carlos Magro
Pensar es poner las cosas en movimiento, decía hace poco el escritor Miguel Ángel Hernández. No puedo estar más de acuerdo. Pensar es, sin duda y ante todo, un verbo de acción. Es una particular manera del hacer. En muchos casos, pensamos con la manos, y no son tampoco raras las ocasiones en las que, a la inversa, hacemos con la cabeza.
Elliott Erwitt. Pittsburgh, Pennsylvania, 1950
Elliott Erwitt. Pittsburgh, Pennsylvania, 1950
Si hacemos caso a John Dewey, cosa que en general recomiendo, aprendemos haciendo y reflexionando sobre lo que hemos hecho. Para Ángel Pérez Gómezaprender es, ante todo, aprender a pensarPensar para poder elegir, así que tiene todo el sentido del mundo lo que, por su parte, sostiene Marina Garcés cuando dice que enseñar es dar(nos) a pensar.
Lo que nos diferencia de otras especies, lo que nos hace verdaderamente humanos, sostiene Juan Ignacio Pozo en Adquisición de conocimiento (p.119-120) es nuestra capacidad de hacer explícitas nuestras propias representaciones y, por tanto, nuestra capacidad para informar sobre ellas o comunicarlas, a otros o a nosotros mismos. No fue solo, como tradicionalmente se pensaba, la liberación de las manos y el uso de herramientas lo que nos hominizó (J.I.Pozo. pp. 121-122), sino nuestra capacidad de representarnos a nosotros mismos y a los otros, de convertir nuestra mente en un objeto de conocimiento. Lo que nos humanizó, sostiene por su parte el paleontólogo Eduald Carbonell fue la adquisición de la capacidad de pensar sobre nuestra inteligencia, de entender el proceso de la vida y de adaptarnos al entorno través del conocimiento, la tecnología y el pensamiento. Somos humanos, podríamos concluir, porque hacemos, reflexionamos sobre lo que hemos hecho y podemos comunicar a otros eso que hemos hecho. Somos humanos porque pensamos, hacemos y nos comunicamos.
Elliott Erwitt. USA. New York City. 1950.
Elliott Erwitt. USA. New York City. 1950.
Explicitar nuestras representaciones nos permite no solo generar nuevo conocimiento, sino también dar nuevo sentido al que ya tenemos, es decir, aprender y, por tanto, poder enseñar. El punto decisivo de la evolución humana fue la formación de comunidades cognitivas señala Félix Angulo. “Lo que nos hace seres humanos es nuestra educabilidad, nuestro potencial para el aprendizaje y nuestra enorme capacidad para enseñar y educar al otro”. Somos humanos, entonces, porque aprendemos y enseñamos a otros. Somos humanos porque nos educamos los unos a los otros para la vida, para vivir mejor. “La educación es el motor de nuestra evolución y el paso del homo al human, de la hominización a la humanización.” (Félix Angulo)
Aprender no es copiar, ni reproducir la realidad, ni replicar sin cambios una información suministrada. Aprender no es memorizar. De hecho, nuestra memoria no está hecha para “recordar con fidelidad el pasado, sino para anticipar de modo flexible el futuro” (Edgar Morin).
Somos más eficientes proyectando futuros que replicando pasados, anticipando “lo por venir” que recordando lo ya pasado. A diferencia de otras especies, no aprendemos solo asociando y relacionando, sino también construyendo (J.I.Pozo). Aprender es construir, nos dicen desde hace años las ciencias de la educación. Aprender es elaborar una representación personal del objeto de aprendizaje. Aprender es una actividad mentalAprender es pensar. Es un proceso de reorganización de nuestro sistema cognitivo.
Aprender no es solo un resultadoEs también, o ante todo, un proceso. En el aprendizaje, producto y proceso son relevantes.
Si aprender es hacer y pensar. Y pensar es, como hemos dicho, poner las cosas en movimiento. Aprender sería poner cosas en movimiento, movilizar recursos para hacer algo. Aprender es cambiar. Aprender tiene entonces más que ver con mudar que con acumular. Aprendemos para ser capaces de actuar. Aprender es un verbo de acción.
Elliott Erwitt. Newyork 1977
Elliott Erwitt. Newyork 1977
No aprendemos sobre la nada. No se construyen nuevos conocimiento sobre el vacío, sino desde unos conocimientos previos que nos permiten dotar de significado a los nuevos. Aprender nos exige también el esfuerzo de modificar nuestros esquemas previos. Enseñar sería ayudar a los alumnos en este costoso proceso de modificación y cambio. Enseñar consistiría entonces en mover o ayudar a moverse al que aprendeEnseñar es motivar. Entendiendo por motivación, como dice Juan Ignacio Pozo (min.15), la acción de mover a alguien hacia algo: “partir de lo que los alumnos quieren y desean aprender para llevarles a aquello que no les gustaría aprender o que inicialmente no están interesados en aprender”. Enseñar es también un verbo de acción.
Educar no es solo transferir, transmitir, trasladar. Educar no es solo proporcionar información sino ayudarnos a adquirir los procesos, las formas de pensar y los criterios que nos permitan convertir esa información en conocimiento, dice el mismo Pozo. “Educar(se) supone reconstruir no solamente los modelos mentales conscientes y explícitos, sino de manera muy especial los mecanismos, hábitos, creencias y mapas mentales inconscientes y tácitos que gobiernan nuestros deseos, inclinaciones, interpretaciones, decisiones y reacciones automáticas”(Ángel Pérez Gómez). Educar(nos) nos demanda experiencia, acción y reflexión.
Conocer y pensar no es llegar a una verdad absolutamente cierta, sino dialogar con la incertidumbre, afirma Edgar Morin. Es precisamente la incertidumbre la característica que mejor define hoy a nuestro mundo. Un mundo líquido (Zygmunt Bauman), desbocado (Anthony Giddens) y del riesgo (Ulrich Beck). Un mundo con más preguntas que respuestas y en el que más que suministrar las respuestas correctas debemos enseñar a hacer las preguntas adecuadas, dice Ángel Pérez Gómez.
Vivimos un intenso proceso de cambio que ya no es solo visible en el paso de una generación a la siguiente, sino dentro de una misma generación. Un cambio intrageneracional que todos estamos experimentando en primera persona (Mariano Fernández Enguita). Estamos inmersos en una de esas grandes (y escasas) revoluciones de la historia que “excede lo que son capaces de seguir las instituciones educadoras tradicionales, familia y escuela”. Un cambio que está afectando, por tanto, al sentido mismo de la escuela.
Elliott Erwitt
Elliott Erwitt
En este escenario, parece entonces razonable sostener, como hizo Guy Claxton en 1990, que la función principal de la educación en este mundo incierto debería ser dotar a la juventud de la competencia y confianza en sí misma necesarias para afrontar bien la incertidumbre (citado por Elena Martín).
La principal función de la escuela debería ser, como dice Helen Haste, dotarnos de la capacidad de respuesta creativa para gestionar la ambigüedad e incertidumbre que nos rodea y tratar constructivamente con múltiples perspectivas a veces irreconciliables. La principal función de la escuela sería “llevar a los alumnos al territorio de los problemas, entendiendo por tal tareas relativamente abiertas, que no tienen una única solución y que requieren de una gestión metacognitiva”, sostiene, por su parte, Juan Ignacio Pozo (Educar en tiempos inciertos. p. 277). Ser creativos en un contexto como el actual de especial incertidumbre. La principal función de la educación escolar, podríamos concluir, debería ser convertirnos en buenos aprendices. 
Cuestionar o cuestionarse los fines (los objetivos) de la educación escolar no es algo nuevo. Todos los movimientos de renovación pedagógica en los últimos cien años tenían detrás una idea concreta sobre esos fines. A mi me gusta especialmente por su claridad, la propuesta hecha por la UNESCO en su conocido Informe Delors que identificó los cuatro pilares básicos de una educación para el Siglo XXI en la necesidad de aprender a conocer; aprender a hacer; aprender a ser y aprender a convivir: “para cumplir el conjunto de las misiones que le son propias la educación debe estructurarse en torno a cuatro aprendizajes fundamentales, que en el transcurso de la vida serán para cada persona, en cierto sentido, los pilares del conocimiento: aprender a conocer, es decir, adquirir los instrumentos de la comprensión; aprender a hacer, para poder influir sobre el propio entorno; aprender a vivir juntos, para participar y cooperar con los demás en todas las actividades humanas, por último, aprender a ser, un proceso fundamental que recoge elementos de los tres anteriores.” Es decir, la función de la escuela, para el informe Delors, sería la de formar a las personas de manera integral, algo que tradicionalmente no había sido el objeto de la escuela (más centrada en los saberes formales y abstractos) sino de otros ámbitos educativos situados fuera de la escuela, en la familia, las actividades de ocio, la educación no-formal y la informal.
La sociedad actual demanda, nos demanda, enfrentarnos a una creciente complejidad en muchas áreas de nuestras vidas. El conocimiento tiene sentido si nos ayuda a entender las características complejas de la vida actual y nos permite desarrollar las competencias para conocernos y gobernarnos, relacionarnos con los demás y llevar adelante nuestros proyectos vitales. Parece que la educación que necesitamos es aquella que nos permita dar respuesta e intervenir de la manera más apropiada posible con respecto a los problemas y cuestiones que nos va a deparar la vida en todos sus ámbitos de actuación. Aquella que nos ayude a construir nuestro proyecto vital en los ámbitos personal, social, académico y profesional. La escuela no puede, por tanto, quedarse solo en la enseñanza y aprendizaje de contenidos disciplinares. Debe buscar el desarrollo en cada alumno de un conjunto de conocimientos, habilidades, emociones, actitudes y valores que les permitan afrontar situaciones nuevas e imprevistas (Ángel Pérez Gómez). Debe formarnos para ser capaces de enfrentarnos a lo nuevo modificando los esquemas previamente aprendidos. El principal desafío que enfrenta la escuela es, entonces, dotar a cada alumno de la “capacidad de asumir su realidad, reflexionar críticamente sobre ella, decidir con autonomía intelectual y sustentado en valores, construidos social y democráticamente” (Elia Mella Garay).
Debemos comprender que “aprender a decir y a hacer son dos formas diferentes de conocer el mundo y, por tanto, no basta con tener conocimiento para saber usarlo, se requieren además estrategias, actitudes, adecuadas para afrontar nuevas tarea…. Saber hacer, usar el conocimiento adquirido, requiere un entrenamiento específico basado de alguna forma en la solución de problemas, no en la mera acumulación de saberes”, afirma, por su parte, Juan Ignacio Pozo en su brillante Aprender en tiempos revueltos (pp. 190-191).
Elliot Erwitt. Ireland. Ballycotton. 1991.
Elliot Erwitt. Ireland. Ballycotton. 1991.
Volviendo sobre los cuatro pilares de Delors, no es lo mismo aprender a decir (aprendizaje verbal, declarativos), que aprender a hacer (aprendizaje procedimental), que aprender a ser (aprendizaje actitudinal). Nuestra cultura ha tendido a limitar el aprendizaje escolar “solo” a los aprendizajes verbales, menospreciando los saberes prácticos. Hemos separado artificialmente los saberes teóricos, experimentales y experienciales. Hemos pensado que nos bastaba con aprender a decir (saberes simbólicos y abstractos) para saber hacer y usar ese conocimiento posteriormente (saberes prácticos y encarnados) y también para saber ser. Pero no es así.
Nuestra propia experiencia nos indica que sabemos decir mucho más de lo que somos capaces de hacer. Y, a la inversa, sabemos hacer muchas cosas que, sin embargo, no podemos explicar.
La actual sociedad del aprendizaje nos exige abordar los procesos de enseñanza/aprendizaje desde una perspectiva integral. Además del qué se aprender, hemos de replantearnos el cómo, el cuándo, el dónde y el para qué, tan útiles para promover la transferencia después de esos aprendizajes. Debemos aunar de nuevo producto y proceso. El qué y cómo. El qué y el para qué.
Nuestro objetivo debe ser que nuestros alumnos sean activos, participativos, autónomos, curiosos, independientes, reflexivos y capaces de planificar y evaluar su propio aprendizaje a lo largo de la vida. Debemos ayudarles a desarrollar los recursos mentales, emocionales y sociales que les permitan hacer frente a la incertidumbre y la complejidad del mundo actual. Formarles para que sean capaces de construir su plan de vida contribuyendo a su plan personal pero también participando de forma activa con otros.
Nuestro objetivo es que nuestros alumnos sean competentes. Entendiendo por competencia el “poder actuar eficazmente en una clase de situaciones concreta movilizando y combinando en tiempo real y de forma pertinente recursos intelectuales y emocionales” (Philippe Perrenoud).
Wayne Miller. 1958
Wayne Miller. 1958
Necesitamos una escuela que forme a los alumnos para una sociedad cambiante. Una sociedad, como hemos dicho, caracterizada por la incertidumbre, la inseguridad, la flexibilidad, el relativismo y la ambigüedad. Nos enfrentamos al difícil desafío de anticipar un futuro que no podemos predecir. La escuela se enfrenta al reto de preparar a los alumnos para un futuro incierto. Prepararles, como dice Cristóbal Coboa prueba de futuro. Prepararles para la vida o, mejor, prepararles para prepararse durante toda la vida. Todo parece demandarnos un nuevo paradigma para el aprendizaje y la enseñanza escolar que paradójicamente recupere nuestra esencia como especie, nuestra enorme capacidad para enseñar y educar al otro.
*El título de este post está tomado del recomendable libro de mi amigo Cristobal CoboLa innovación pendiente (p. 38). Descargable aquí.
**La fotografías son del fotógrafo estadounidense Elliott Erwitt, nacido en París en 1928, hijo de emigrantes rusos-judios y emigrante él mismo a la edad de diez años (1939) a consecuencia de la II Guerra Mundial y del fotógrafo estadounidense Wayne Miller (1918-2013).