viernes, 9 de marzo de 2018

La presencia de la mujer en la universidad: ¿de verdad estamos mejorando?

Escribe María Antonia García Benau

En el estudio de Hernández Armenteros y Pérez García, Demografía universitaria española: aproximación a su dimensión, estructura y evolución se señala que la presencia de mujeres es mayor en rangos correspondientes a  jóvenes profesores. Este punto es relevante para conocer la presencia de las mujeres en el colectivo de PDI y la tendencia que se adivina de cara al futuro.
Los datos señalan que el 40,06% del total de PDI son mujeres. Este porcentaje aumenta, y se sitúa en el 51,77%, si calculamos el total de mujeres contratadas respecto al total de contratados. Sin embargo, los valores caen en el cuerpo de funcionarios, ya que la presencia de mujeres es del 38,40%. No obstante, para analizar si efectivamente se está produciendo una mayor presencia de la mujer entre el profesorado universitario tenemos que entrar en detalle respecto a la edad y a la categoría administrativa que ocupan las mujeres.
En el gráfico 1, referido a la edad de las mujeres profesoras, se fija la línea divisoria en 40 años, por lo que dicho gráfico señala el porcentaje de mujeres menores y mayores de 40 años, respecto al total de PDI en cada franja de edad. Como puede observarse, la presencia de mujeres es mayor en el profesorado menor de 40 años.
Gráfico 1. Edad de las mujeres profesoras


Fuente: Datos basados en el estudio de Juan Hernández Armenteros y José Antonio Pérez García (2017), Demografía universitaria y tasas de reposición en las instituciones públicas de educación superior: referencias cuantitativas de la estructura demográfica del PDI de las universidades públicas españolas, Años 2008/2015.
Sin embargo, si detallamos la composición de las mujeres por categoría profesional, se observa que, tal y como se desprende del gráfico 2, las mujeres superan el 50% de presencia en el colectivo de asociados y ayudantes doctores. Conforme pasamos a categorías superiores, la presencia de mujeres es inferior, representando el 46,62% dentro de los contratados doctores, el 38,05% de los profesores titulares y cayendo al 25% en el cuerpo de catedráticos de universidad. En este sentido es importante destacar que, dentro de los catedráticos de universidad, hay 4 catedráticos menores de 40 años, siendo solamente 1 de ellos mujer. Ello muestra que, aunque los datos anteriores recogidos en el gráfico 1 parecen indicar una tendencia de mayor presencia de mujeres y,  por tanto, una noticia positiva desde el punto de vista de la igualdad de género, se observa que a las categorías más altas siguen accediendo una mayoría de hombres, lo que nos hace albergar alguna duda sobre la evolución en un futuro próximo; el tiempo
lo dirá.
Gráfico 2. Categoría profesional de las mujeres

Fuente: Datos basados en el estudio de Juan Hernández Armenteros y José Antonio Pérez García (2017), Demografía universitaria y tasas de reposición en las instituciones públicas de educación superior: referencias cuantitativas de la estructura demográfica del PDI de las universidades públicas españolas, Años 2008/2015.
Los datos del trabajo de Juan Hernández Armenteros y José Antonio Pérez García no dan detalles de la presencia de PDI en puestos de responsabilidad universitaria pero probablemente, desde el punto de vista de igualdad de género, los datos serían algo más desalentadores.
Elisa Pérez Vera, fue la primera rectora española en el año 1982; más de 30 años después, la situación lógicamente ha mejorado, pero se necesita alguna medida adicional que haga que los resultados sean visibles a medio plazo.
Ahora bien, en este momento nos toca mirar al futuro. Sin embargo, la historia nos enseña que, en las universidades, a pesar de ser un ámbito claramente con igualdad de oportunidades si atendemos a motivos de género, la realidad demuestra que ha existido y existe la necesidad de realizar esfuerzos por combatir la desigualdad de género en algunos puestos universitarios de mayor responsabilidad. La entrada tardía de las mujeres en las universidades es un hecho que a día de hoy no debería tener el efecto que tiene (fue en los años 70 cuando se produjo una gran entrada de mujeres para cursar estudios universitarios), por lo que el análisis debe ser más profundo si queremos entender lo que está pasando. Probablemente las tradiciones culturales podrían arrojar alguna luz sobre las respuestas que estamos buscando.
En este sentido, la creación de la Red de Unidades de Igualdad de Género para la excelencia Universitaria es un paso hacia adelante. Los días 31 de mayo y 1 de junio de 2017 se celebró el X Encuentro de Unidades de Igualdad de las Universidades Españolas en el que, entre sus conclusiones, quiero destacar una idea que surgió a raíz de la conferencia de la profesora Clavero (Queen’s University Belfast) sobre “Estrategias de promoción de la igualdad en la comunidad universitaria”: la conveniencia de trabajar en la introducción de reglas informales (culturales), ya que según lo expuesto en la jornada, son las que pueden facilitar el cambio; dichas reglas deberían incluirse en los planes de igualdad de las universidades y ser formuladas de manera clara.
Muchas veces hemos escuchado que las universidades deben ser motores del cambio social, para lo que se han de ampliar los vínculos con la sociedad, insistiendo en su compromiso social y promoviendo su responsabilidad social. Esta idea, tantas veces repetida, tiene una repercusión especial en mi reflexión final ya que el profesorado universitario es una pieza clave para poder propiciar dicho cambio social.
¿Cómo vamos a ser motores de cambio si no conseguimos una verdadera igualdad de género? ¿Cuántos años más vamos a estar insistiendo en nuestra defensa de una mayor presencia de mujeres en la universidad? Creo que debe reflexionarse sobre este aspecto y buscar una explicación convincente para la falta de mujeres en los mayores niveles de escala profesional universitaria y en los puestos de máxima responsabilidad universitaria; a partir de ahí será posible tomar medidas e instaurar formas de hacer (si procede). Este me parece un paso previo para ser un verdadero motor de cambio.
¿Cómo podemos ser motores de cambio ante un colectivo de profesores de más de 50 años de media?
Creo que la experiencia es de gran importancia en la universidad y que los años y lo vivido en las aulas, en los laboratorios y durante los procesos de investigación y de transferencia de conocimiento son de gran relevancia para dotar de sabiduría a las universidades españolas. Pero ello no es óbice para abogar por una plantilla del profesorado distribuida por edades que asegure la formación de los que entran y permita seguir siendo el motor del cambio social, de manera ininterrumpida. Pero ello no se hace por sí solo, son necesarias medidas que reconduzcan los efectos que han tenido las decisiones de política universitaria impuestas por los gobiernos en los últimos años.

Tomado del Blog de Studia XXI con permiso de sus editores

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